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Introducidos por los polinesios hace 2.000 años, estos depredadores están acostumbrados a acercarse a la orilla de las paradisiacas playas y tirarse al mar en busca de un buen pez que echarse a las fauces. Pero la temeridad de estos peligrosos nadadores, capaces de sortear con
soltura los corales, va mucho más allá. Y es que, puestos a demostrar su arrojo, se atreven a atacar a los mismísimos tiburones por pura diversión porque, si alguna vez cazan alguno, no se lo comen. Eso se llama poderío canino.
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