miércoles, 21 de abril de 2010

Fútbol rico, fútbol pobre
Álvaro gana millones, juega en el Sevilla y sueña con ir al Mundial; su hermano César lucha en Segunda B, va de ciudad en ciudad y a veces no cobra. Los Negredo conocen todas las caras del deporte rey

El 7 de octubre de 2009, Vicente del Bosque, seleccionador nacional de fútbol, leyó la lista de convocados para los partidos oficiales de España contra Armenia y Bosnia. El entrenador salmantino fue desgranando los nombres habituales sin énfasis ni contorsiones, con ese aire un poco gris, como de catedrático de instituto, que cultiva don Vicente. Al final de la lista, leyó: «Del Sevilla, Álvaro Negredo». Y, de repente, a los 24 años, el ariete de Vallecas se vio flotando en la misma nube que Xavi, Torres o Villa. Había llegado a lo más alto.
El 29 de diciembre de 2009, la plantilla del Alicante CF, del Grupo III Segunda B, convocó a la prensa en las instalaciones del club, en el barrio de Villafranqueza. Los jugadores levantinos se colocaron tras una mesa y leyeron un comunicado: no habían cobrado un euro desde septiembre. «Nos vemos obligados -dijeron- a solicitar la ayuda de nuestros familiares y amigos para subsistir». El portavoz fue el capitán del equipo, un tipo alto y fornido, defensa central, con mucha mili en la categoría. A los 29 años, César Negredo volvía a probar el lado más amargo del fútbol.
El 20 de julio de 2009, el Barakaldo CF, del Grupo I de Segunda B, cerraba el fichaje de un delantero prometedor, que hasta ahora sólo había jugado en la Tercera División madrileña. Los 17 goles que había marcado la temporada anterior con el Rayo Majadahonda atrajeron la atención de los técnicos vizcaínos y facilitaron su salto a la categoría superior. A los 26 años, Rubén Negredo dejaba a sus padres, cogía a su novia, alquilaba una casa en Castro Urdiales (Cantabria) y empezaba a vivir su primera aventura en el fútbol profesional.
César, Rubén y Álvaro son hermanos. Nacieron en el barrio madrileño de Vallecas, hijos de Juan Negredo, taxista, y de Juani Sánchez, ama de casa. A su padre no le gustaba el fútbol, pero César, «como todos los niños», se aficionó pronto, se matriculó en una escuela, llegó al Real Madrid y sus hermanos se engolosinaron. «Siempre fue nuestro referente», zanja Álvaro. Así que a don Juan Negredo no le quedó otra que cambiar de aficiones: «Cuando éramos críos, nos cogía en el coche, nos llevaba al partido, se quedaba viéndolo y nos traía de vuelta. Punto. Pero ahora sí; ahora ve todo el fútbol que puede. Qué remedio -bromea Rubén-, cuando nos juntamos los tres, imagínate qué paliza le damos».
Los Negredo Sánchez trabajan con un balón. Juegan los fines de semana y entrenan los días de labor. Ahí acaban las semejanzas. «Muchos podemos decir que somos futbolistas; pero muy pocos llegan a la élite. Y casi nadie puede llevar el tren de vida de las estrellas. Ni siquiera en Primera. No es lo mismo jugar en el Sporting que en el Real Madrid», puntualiza César. El sindicato de futbolistas, la AFE, acaba de desconovocar la huelga prevista para la próxima jornada. El acuerdo alcanzando con la Liga y con el Consejo Superior de Deportes puede aliviar la triste situación que viven muchos jugadores modestos, rehenes de la insondable crisis económica de sus equipos, pero no oculta la penosa realidad del fútbol español: hay mucha mugre bajo el oropel.
Dos malos tragos
César Negredo juega ahora en el Sangonera Atlético, un equipo murciano de Segunda B. Harto de no cobrar en el Alicante, club con el que había fichado por dos años, decidió pedir la carta de libertad en enero y cambiar de aires. «Esto es como cualquier otro trabajo y cuando no recibes puntualmente tu salario, todo se hace muy complicado», explica. César ya vivió un episodio similar hace dos temporadas, cuando militaba en el Logroñés. El juzgado de Lo Social número 3 de la capital riojana reconoció el pasado 20 de enero que la entidad blanquirroja, ahora en proceso de disolución, le había dejado a deber 21.500 euros. «Es tremendo. Ciudades grandes, con equipos históricos, con estadios importantes... y tienes que salir por la puerta de atrás», lamenta César. «Yo -tercia Álvaro- tengo la suerte de estar en un club que paga y paga bien, pero sé cómo lo ha pasado mi hermano. En el fútbol de ahora viven bien los de arriba, pero muchos de abajo lo pasan mal».
A punto de cumplir los 30 años, César Negredo hace balance y huye de cualquier victimismo: «Me considero un privilegiado. Hago lo que me gusta, he conocido muchas ciudades y buena gente». Salió de casa a los 18 años y todavía no ha vuelto. Ha vivido en Getafe, Jaén, Badajoz, Don Benito, Huesca, Villajoyosa, Logroño, Alcoy, Alicante y Murcia. «Y esa vida nómada, como persona, te enriquece mucho», apostilla, «aunque al final ya buscas cierta estabilidad». Pero César también conoce de primera mano el lado oscuro del fútbol: «Este año para mí ha sido complicado. Lo de Alicante fue muy grave. Pero es mejor hacer borrón y cuenta nueva. Quién sabe si después de un año malo llega otro muy bueno». Los sueldos que se mueven en la Liga de las Estrellas tienen poco que ver con los que se reparten en el fútbol modesto. Cristiano Ronaldo o Kaká pueden embolsarse 9 millones de euros al año; en Segunda B, las cantidades oscilan desde los 1.500 ó 2.000 euros al mes para un jugador novato a los 3.000 ó 3.500 que puede embolsarse un veterano con nombre. «Antes se ganaba más -recuerda César-, pero ahora la crisis se ha notado mucho. El dinero te da para ir viviendo sin apreturas: pagar una casa, comprarte un coche y poco más. Es complicado ahorrar y sabes que, cuando se acabe el fútbol, deberás buscarte la vida trabajando en lo que sea».
«Se mueren por los tres»
Los problemas comienzan cuando un club no paga o se retrasa demasiado. César ha conocido compañeros que lo han pasado muy mal: «Y en varios equipos -abunda-. Antes, en estas categorías, podías tener un margen, pero ahora es difícil. Así que hay gente que engancha dos meses sin cobrar y tiene que acudir a su familia o a sus amigos... Algunos incluso han colgado las botas para trabajar en otro oficio». Sin embargo, cuando su hermano Rubén recibió la oferta del Barakaldo, no dudó en animarle: «Me recomendó que viviera la experiencia. En la Tercera madrileña no puedes ganarte la vida y aquí sí. Y me considero un privilegiado porque otras personas trabajan 8 ó 10 horas para ganar lo que yo consigo con dos. Pero ojo -advierte Rubén-, también tenemos privaciones. Yo no sé lo que es salir un fin de semana».
Siempre que pueden, uno en Benidorm, residencia habitual de César, y otro en Castro Urdiales, los hermanos mayores de Álvaro se sientan frente al televisor para verle jugar con el Sevilla. Luego lo llaman y le fríen a consejos: «Sobre todo César -ríe Álvaro-; es el mayor, el que siempre ha estado ahí y por eso lleva la voz cantante. Pero tenemos los tres muy buena relación. Somos muy parecidos. Y no sólo en el físico». Todos ellos vibraron cuando Del Bosque anunció la convocatoria del ariete sevillista. «No le tengo envidia, sino admiración», responde César a bote pronto. «Para estar arriba no sólo sirve la suerte. Hay que tenerla para estar en el momento oportuno y en el sitio justo, pero luego hay que demostrar muchas cosas. Mantenerse es lo importante. Sé lo que le costado a mi hermano
».

 
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