LA COLUMNA DE JAVIER ARES

Es muy triste la derrota
Ya dije que no me gustaban las finales entre equipos españoles. Al final, la desolación de los vencidos pesa más que la alegría de los vencedores. Resultaron muy difíciles de digerir las imágenes de los jugadores del Español rumiando su desgracia. Ni siquiera el muy curtido De la Peña pudo reprimir sus lágrimas de amargura al ver abatidos a sus compañeros. Nadar para morir en la orilla, otra vez en esa especie de ruleta rusa que son los penaltys. Un palo difícil de asimilar, más aún si se piensa en que haya que esperar otros diecinueve años para estar en otra final.Ni siquiera a Juande debió de saberle dulce su venganza particular. Lo mereció el Sevilla, es verdad, pero también tuvo mérito lo del Español, tan mermado tras la expulsión de Moisés Hurtado. Que por ahí se le escaparon las opciones de victoria a los pericos. Lucharon valerosamente, pero no les alcanzó nada más que para prolongar la esperanza. Cuando se llegó a la suerte fatídica casi todas las apuestas estaban del lado del Sevilla. Había mucho Palop en la portería.El guardameta valenciano fue el héroe de la final, como lo había sido aquella noche en Ucrania cuando logró aquel gol de cabeza en el tiempo de prolongación que clasificó a su equipo para cuartos. Vuelve la Copa a Sevilla para premiar a un equipo que, además de seguir aspirando a ganar las tres competiciones, se hace un hueco en la historia de la Uefa al ser el segundo equipo que consigue revalidar el título, veintidós años después de que lo lograra el Real Madrid