domingo, 22 de abril de 2007





Naranja Mecánica-Holanda

Si en 1970 tuvimos la ocasión de disfrutar con la máxima expresión del fútbol "samba" ofensivo, de la mano de la Selección brasileña liderada por Pelé, en 1974 el mundo del fútbol volvió a disfrutar con una nueva versión del "Fútbol total" y curiosamente al igual que sucediera con el "Wonderteam" de Austria y los "Mágicos magyares" de Hungría, sucumbió en una final de un Campeonato Mundial.Dicha Selección era la legendaria "Naranja Mecánica", un maravilloso conjunto dirigido técnicamente por Rinus Michels, un técnico que apostaba claramente por el fútbol ofensivo y que tuvo como gran referencia a los dos legendarios conjunto citados anteriormente, no en vano en más de una ocasión no dudo en reconocer que Holanda no fue la primera en practicar el fútbol que a él le gustaba, sino que antes el "Wunderteam Austriaco” y luego los “Magicos Magyares” de Hungría les enseñaron el camino.La "Naranja Mecánica" tenía en el banco a un gran técnico como Michels, que puso en práctica un sistema rotativo en el que los jugadores no tenían posición fija, todos atacaban y todos defendían, algunas veces al mismo tiempo, pero sobre el terreno de juego tenía a todo un genio sobre el césped. Un magnífico pelotero que era el gran procesador de aquella máquina, un fino futbolista dotado de una cabeza privilegiada y de un infernal cambio de ritmo, llamado Johan Cruyff. Alrededor de esta figura, Rinus Michels, y con la base del extraordinario Ajax de los setenta (aunque tampoco debemos olvidar a los Van Hanegem, Jansen y Rijsbergen del Feyenoord), se conformó una máquina en la que se acoplaron a la perfección una mágica generación de futbolistas holandeses entre los que destacaban Suurbier, Krol, Haan, Neeskens, Van Hanegem, Rep, Keizer, Resenbrick, Van der Kerkhof, Hulshoff ... Fueron bautizados con el sobrenombre de "La Naranja Mecánica", homenajeando el impacto en el mundo cinematográfico del film de Stanley Kubrik, estrenado precisamente ese año. Cruyff ejerció de líder, era un delantero de una movilidad extraordinaria, que aparecía por cualquier parte del terreno de juego y que destrozaba a sus rivales con sus movimientos entre líneas. Junto a él una serie de futbolistas de gran calidad y polivalencia, demostraban en todo momento qué debían hacer cada uno sobre el terreno de juego. Un periodista brasileño lo llamó "la desorganización organizada". Holanda desplegaba un fútbol rápido, dinámico, ofensivo, con un sistema defensivo que aplicaba de cine el fuera de juego, desplegándose y replegándose vertiginosamente en abanico. Todos tocaban la misma música y Cruyff era el director de orquesta y el músico de fila (trabajaba más que nadie), de una máquina en la que quizás solo chirriaba su guardameta, con más cualidades de jardinero que de portero.En cualquier caso la máquina no se "gripó" por su portero sino que chocó frontalmente ante la tradición alemana, un equipo con muchas batallas y con dosis de elegancia (Franz Beckenbauer), efectividad (Gerd Müller), seguridad (Sepp Maier) y talento (Wolfgang Overath). Los alemanes llegaron a la final con muchos problemas perdió contra Alemania Democrática, le ganó a duras penas a Chile, pero se metió en la final y tumbó a una Holanda que hasta ese mometo había sido una máquina de hacer fútbol y goles.Cuatro años después, en 1978 y con una filosofía de juego muy parecida, aunque con el microchip ausente (Cruyff), Holanda estuvo a un solo paso de tocar el cielo, pero la nueva versión de "La Naranja Mecánica" liderada por Neeskens y los hermanos Van de Kerkhoff, tropezó ante todo un país ansioso por festejar una alegría en una de las peores y más difíciles etapas por las que han tenido que pasar los argentinos en su historia.En cualquier caso a los aficionados al fútbol no nos queda más que dar las gracias por la magnífica exhibición de fútbol y goles que nos dejó para la historia aquel fuego naranja, como bien lo llama Eduardo Galeano.

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