domingo, 15 de febrero de 2009



Resulta impactante. En un país donde la epidemia de cólera ha matado a 3.500 personas, donde el paro y la inflación mantienen a la población sumida en la miseria y donde la huída se ha convertido en la mejor vía para sobrevivir, a quienes aman el deporte todavía les quedan fuerzas para seguir dejándose el sudor sobre un campo de fútbol.Zimbabue atraviesa la peor crisis humanitaria, económica y social de su historia. Pero, luchando contra los elementos y con muchas dificultades, el fútbol se mantiene vivo y, sorprendentemente, en buen estado. El mayor exponente de ello es el Dynamos, el equipo más laureado del país. Es el club más importante de la capital, Harare, y en su trayectoria cuenta con el éxito más importante del balompié zimbabuense: en 1998, en pleno auge económico y deportivo de Zimbabue, el Dynamos alcanzó la final de la Liga de Campeones Africana, en la que sucumbió ante el ASEC de Costa de Marfil.Poco después de aquel logro, el presidente Robert Mugabe decidió expropiar las tierras a los granjeros blancos para dárselas a sus amigos, el país dejó de producir y la economía se fue a pique. La situación es tan grave que no hay dinero para pagar a los médicos ni sanear las aguas. La población consume el agua infectada, enferma y no hay nadie que la cure. Por ello, y azuzados por el brote de cólera, más de tres millones de zimbabuenses han decidido emigrar, casi todos a la vecina Sudáfrica.Un éxito históricoEse declive del que era uno de los países más prósperos de África llegó acompañado de una decadencia a nivel futbolístico. Sin embargo, hoy, cuando la situación es más extrema que nunca, el fútbol vuelve a dar alegrías a la afición. A finales de 2008, el Dynamos, un equipo prácticamente amateur, sorprendió al millonario Zamalek egipcio y se clasificó, ante el estupor y el éxtasis de todo Zimbabue, para las semifinales de la Champions League.El modesto equipo de Harare no llegó más allá, pero su éxito ha sido un empujón para la moral del fútbol del país. El campeón de la Copa, el Caps United, ha empezado arrasando en la Copa Confederación (algo así como la Recopa de África), en la que se ha deshecho del Victors ugandés y amenaza con lograr grandes cosas en una competición en la que su mayor conquista, llegar a los cuartos, data de 1983 y en la que en los últimos años ningún equipo zimbabuense ha logrado superar la primera ronda.La selección, en tanto, ha vuelto a disputar un partido después de cuatro meses (empate a cero en Tanzania) y afronta con ilusión el Campeonato de las Naciones de África. Esta pionera competición se disputa a partir de la próxima semana y en ella participan potencias como Costa de Marfil, Senegal o Ghana (ocho equipos, en total, que obtuvieron la clasificación por ganar la fase previa en sus respectivas zonas geográficas).Pese a todo, el fútbol en Zimbabue sigue nadando contra corriente. Son muchos los futbolistas que, como el resto de la población, se han visto obligados a emigrar. Algunos, además, lo han hecho a costa de quedarse sin equipo. Es el caso del delantero internacional Njabulo Ncube, que se mantiene en forma entrenando con un equipo aficionado de Sudáfrica mientras intenta conseguir club.Jugar sin cobrarLos que se quedan en el país, en tanto, tienen que lidiar con la extrema situación que les rodea. Los jugadores del Dynamos, por ejemplo, no tienen ni sueldo ni patrocinador, pese a ser el equipo insignia de la nación. Cobran por partido, dependiendo del resultado que consigan. Otros ni siquiera cobran. Por ello la mayoría de futbolistas acaba yéndose a Sudáfrica, donde ganan más.Las cosas tampoco son fáciles para los aficionados. La hiperinflación que azota al país provoca que, por ejemplo, la entrada más barata para ver al Dynamos cueste en torno a un billón de dólares zimbabuenses (mil millones de dólares para el mundo no anglosajón). Eso si tienen la suerte de no ser uno de los 75.000 infectados por el cólera o de los más de dos millones enfermos de SIDA y albergan fuerzas para ir al estadio.Al menos, Mugabe ha dado su brazo a torcer y ha alcanzado un acuerdo de gobierno con el líder de la oposición, Morgan Tsvangirai, para que éste sea el primer ministro (con Mugabe, eso sí, como presidente). Al fin una buena noticia no futbolística para el país.

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