miércoles, 16 de mayo de 2007


Fabián Ortiz
AHORA HAN DECIDIDO CAMBIAR



Unos sesenta partidos de Liga consecutivos (más o menos) estuvo Frank Rijkaard sin repetir ni una sola vez la alineación del Barcelona. Unas veces por las dichosas rotaciones —de las que ya nadie se acuerda—, otras por mera necesidad —sanciones, lesiones y así—, el holandés dio vueltas y vueltas en el carrusel de los cambios, como si de un chico hiperactivo con un álbum de cromos se tratara. Una cosa tenía clara el entrenador culé: que el sistema, el esquema básico de juego, el sello distintivo del Barça, debía permanecer invariable. Sólo hizo tres excepciones a esa regla no escrita, dos de ellas en otras competiciones: cuando tuvo que remontar los cuartos de final de la Copa en La Romareda y en la misma situación, en octavos de final de la Champions League, en terreno del Liverpool.Sólo en Zaragoza le salió bien, y sin contar la segunda mitad. De Anfield volvió trasquilado, tras recibir una paliza futbolística, física y anímica. La tercera fue en el Camp Nou, ante el Real Madrid, y de no ser por el hat-trick salvador de Messi también habría pinchado. En todos los casos, Rijkaard optó por un 3-4-3 que perseguía la meta de reforzar el mediocampo, en detrimento del fondo. Ahora, ante la preocupante visita al Atlético, desde el vestuario se filtra que el holandés retocará otra vez el esquema de juego, pero no para abrazar el ineficaz modelo que Cruyff impusiera en su Dream Team, sino un más conservador 4-4-2 para blindar la zona ancha. ¿Cagómetro disparado? Eso no es novedad. Lo nuevo es que, justo cuando o puede permitirse ceder un unto más, parezca dispuesto a ugar con menos delanteros.

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