Beckham no es lo que parece
Cuando, allá por el mes de enero, el británico anunció su fichaje por el fútbol americano, casi nadie torció el gesto. Ni siquiera los que pensaban que Beckham era un buen reclamo publicitario para el club. Fue entonces cuando Capello, a sugerencia de la directiva, decidió no volver a contar con él; y cuando el lenguaraz Calderón le tildó de "medio actor", en aquella charla universitaria en la que el presidente exhibió la incontinencia verbal d
el peor de los verduleros.Por aquellas calendas llevábamos diecisiete jornadas de Liga, el Madrid estaba a cinco puntos del Sevilla, y de los ocho encuentros jugados en el Bernabéu el equipo sólo había ganado cuatro. Se entenderá así mejor la desazón de quienes, aún no comulgando con los desvaríos de su presidente, entendían que había que hacer criba en el equipo, empezando por el entrenador y terminando por las vacas sagradas. De hecho, llegaron a circular listas de condenados que el propio club se encargaba de filtrar.El fulgor del Real Madrid en los últimos meses del Campeonato ha traído consigo el brillo de sus estrellas. Tal que hasta Ronaldo, de haber continuado aquí, se habría sentido redimido. Eso les ha ido ocurriendo a todos; desde los denostados Emerson y Diarra (la cantidad de burradas que se dijeron de ellos) hasta el incomprendido Robinho o el despellejado Cannavaro. Y Beckham, naturalmente. Su juego, el mismo que el de siempre, ha sido elevado a los altares al punto de ser considerado, junto a Van Nistelrooy, el jugador más intocable del equipo.Entiendo la euforia, pero también me pregunto qué se estaría diciendo de Beckham si sus formidables centros no encontrasen rematador, o si su entyrega y su lucha no se reflejasen en el marcador. Yo le tengo por un buen futbolista, que lo es; un fajador de esos que se parten la cara en el campo, y un tipo comprometido con su gente y con la hinchada. Tiene tantas condiciones que es difícil no quererle en tu equipo, pero no resulta conveniente que la euforia le adorne con dones que tampoco le corresponden. Es el mismo al que el club no quiso renovar en diciembre, y nadie se alarmó por ello. Porque el Madrid perdía.
Cuando, allá por el mes de enero, el británico anunció su fichaje por el fútbol americano, casi nadie torció el gesto. Ni siquiera los que pensaban que Beckham era un buen reclamo publicitario para el club. Fue entonces cuando Capello, a sugerencia de la directiva, decidió no volver a contar con él; y cuando el lenguaraz Calderón le tildó de "medio actor", en aquella charla universitaria en la que el presidente exhibió la incontinencia verbal d
el peor de los verduleros.Por aquellas calendas llevábamos diecisiete jornadas de Liga, el Madrid estaba a cinco puntos del Sevilla, y de los ocho encuentros jugados en el Bernabéu el equipo sólo había ganado cuatro. Se entenderá así mejor la desazón de quienes, aún no comulgando con los desvaríos de su presidente, entendían que había que hacer criba en el equipo, empezando por el entrenador y terminando por las vacas sagradas. De hecho, llegaron a circular listas de condenados que el propio club se encargaba de filtrar.El fulgor del Real Madrid en los últimos meses del Campeonato ha traído consigo el brillo de sus estrellas. Tal que hasta Ronaldo, de haber continuado aquí, se habría sentido redimido. Eso les ha ido ocurriendo a todos; desde los denostados Emerson y Diarra (la cantidad de burradas que se dijeron de ellos) hasta el incomprendido Robinho o el despellejado Cannavaro. Y Beckham, naturalmente. Su juego, el mismo que el de siempre, ha sido elevado a los altares al punto de ser considerado, junto a Van Nistelrooy, el jugador más intocable del equipo.Entiendo la euforia, pero también me pregunto qué se estaría diciendo de Beckham si sus formidables centros no encontrasen rematador, o si su entyrega y su lucha no se reflejasen en el marcador. Yo le tengo por un buen futbolista, que lo es; un fajador de esos que se parten la cara en el campo, y un tipo comprometido con su gente y con la hinchada. Tiene tantas condiciones que es difícil no quererle en tu equipo, pero no resulta conveniente que la euforia le adorne con dones que tampoco le corresponden. Es el mismo al que el club no quiso renovar en diciembre, y nadie se alarmó por ello. Porque el Madrid perdía.
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